Un nuevo sentido de la autoridad desde el Sistema Preventivo de Don Bosco

La “auctoritas” era una forma de legitimación social que procedía del saber, de la valía, una capacidad moral para emitir opiniones cualificadas que eran valoradas por la comunidad. Aunque carecía de valor vinculante legalmente, su fuerza moral era innegable.

La “potestas” por el contrario, hacía referencia a la capacidad legal para tomar decisiones; al cargo, al liderazgo formal, por entendernos.

Y quiero comenzar por aquí, porque en un tiempo donde los conflictos en la escuela parecen ir en aumento, el Sistema Preventivo de Don Bosco, tiene mucho que decir. Los problemas de convivencia en los centros no se solucionan con más “potestas” no se trata de convertir a los profesores en “autoridad pública” No se trata de más normas, más castigos, más poder. Es necesario más auctoritas

Cuando los profesores ejercemos la “potestas” caemos en los siguiente riesgos:

  • Desaparece toda capacidad de influencia positiva sobre los alumnos. Lo importante es el poder que se ejerce sobre los mismos.
  • La motivación de los alumnos es baja. No hay razones, sólo hay que hacer las cosas “porque sí”.
  • En este tipo de ejercicio de la “autoridad” prima el interés personal (tranquilidad del profesor) por encima del bien del grupo.

Sin embargo, en la auctoritas, no prima el cargo sino las cualidades, aptitudes y actitudes personales del profesor; aquí se comparten valores éticos y se persiguen objetivos comunes.  Lo que realmente importa es la consecución del fin de interés general del grupo por encima del interés personal del profesor

Esta forma de ejercer la autoridad tiene a su favor:

  • La autoridad no viene con el título y el rol de profesor,  sino de valores  que comparte el profesor con sus propios alumnos.
  • La motivación de los alumnos es  mucho más alta que la del modelo anterior, de forma que los integrantes del aula estén dispuestos a dar más de si que lo que inicialmente les fuere exigible por una mera obligación de índole legal o formal.

No es posible educar en la responsabilidad y en la democracia mediante obediencia ciega, mediante el distanciamiento y el miedo. No es tiempo de sumisión. No hay autoridad sin confianza, familiaridad complicidad y respeto.

Se confunde con demasiada frecuencia poder y autoridad. En un claustro todos los profesores tienen el mismo poder, pero no todos tienen la misma autoridad. Para conseguir la autoridad necesitamos de la confianza, mientras que para conseguir el poder basta la amenaza.

La presencia activa del educador en medio de los alumnos

Donde realmente nos la jugamos educativamente es en la capacidad de acercarnos a los chicos. Es decir en la calidad de las relaciones personales. Para Don Bosco, era siempre preferible que los jóvenes evitaran cualquier experiencia que pudiera hacerle daño que tener que subsanar después sus efectos negativos. Tenemos que hacer al joven autónomo y libre, pero no es posible la libertad sin la protección cuando se es más vulnerable. Esto es lo que Don Bosco llama asistencia. Esta palabra tiene connotaciones negativas hoy pues se entiende de manera distinta; por ello vamos a llamarla nosotros, presencia activa. Para llevar a cabo esta presencia activa es necesario en primer lugar estar en medio de los chicos, pero no de cualquier manera, hay que estar presente activamente. No se trata de vigilar los patios, del “turno de vigilante de pasillo” del “policía del recreo” Se trata de estar al lado de ellos, de compartir juegos, de compartir conversaciones e intereses. Un educador investiga sobre la música de moda, sobre videojuegos, se interesa por lo que a los chicos les interesa, porque de esta manera hará que los chicos se interesen también por los temas que les propone el educador.

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Presencia activa de los profesores en el Colegio Diocesano de Albacete

Esta presencia activa tiene siempre una intención educativa. El educador no deja de serlo en ningún momento, delimita su rol y no olvida su objetivo educativo en todo momento. Esta presencia debe ser además constante.

Desde esta perspectiva sobran en nuestras escuelas tarimas y mesas del profesor. El educador tiene muchos sitios donde sentarse, todos aquellos que están junto con sus alumnos para compartir, explicar, aclarar, preguntar, acompañar… pero los lugares de “poder” como es la mesa del profesor en el aula, separa, rompe la presencia activa.  El profesor debe dedicar más tiempo a escuchar que a hablar. Las lecciones que damos, la mayoría de las veces no sirven para nada. El efecto sanador que tiene sobre un alumno la escucha activa de su educador es más productivo que todas las lecciones del mundo, mucho más cuando estas lecciones saben a reproche. Ayudar a nuestros alumnos a expresarse emocionalmente es mucho más productivo que decirle “tienes que…”

Para que esta presencia activa sea posible es necesario también hacer crecer la familiaridad, ésta es la llave de la confianza y la confianza genera respeto. Se trata de congeniar con los alumnos, ponerse a su nivel. Un educador se siente a gusto entre sus alumnos. Tiene una especial vocación que le hace disfrutar de su trabajo. “La familiaridad produce el afecto y el afecto el que engendra confianza…”

La disrupción y el conflicto es normal en educación. Que un chico tenga un bloqueo emocional y no sepa como resolverlo, normalmente genera un conflicto. El conflicto no es el problema; lo es la no resolución adecuada del mismo. La madurez del educador que se sabe colocar en el espacio y momento justo, aminora las consecuencias. No existe situación humana, ni en la escuela ni fuera de ella donde no exista el conflicto, nuestra tarea como educadores es saber gestionarlo. Crear vínculos emocionalmente maduros con nuestros alumnos previenen las consecuencias de estos momentos de conflictos. Cuando un chico sabe que se le quiere y respeta, que las decisiones que se toman, le gusten o no, son siempre por su bien, gestionará mucho mejor sus emociones. Generar vínculos de confianza, desde la razón. Las cosas nunca son “porque las digo yo que soy tu profesor” la autonomía de la que queremos dotar a nuestros alumnos requiere diálogo, coherencia y humildad por parte del profesor.

En el Sistema Preventivo de Don Bosco, el alumno, el joven, tiene un papel activo y central. En el aprendizaje cooperativo tenemos una gran oportunidad de actualizar hoy este protagonismo. La gran duda es cómo llegar a treinta o más alumnos a la vez en una clase. Don Bosco lo resolvía haciendo a sus propios alumnos aliados en el arte de educar. Los andamiajes, modelado, ayuda entre iguales, tutorías entre iguales y el propio Aprendizaje Cooperativo en sí hace realidad hoy una alianza entre docentes y alumnos que lo hacen posible. No es posible el Sistema Preventivo de Don Bosco en una clase tradicional. Nunca lo fue y nunca lo será.

2 comentarios

  1. Gracias José. Recomiendo a todos los que me siguen que la conozca también. En la misma sintonía que este post. Realmente Don Bosco no deja de sorprendernos. Te he dejado un comentario en tu blog, que por cierto he comenzado a seguir. Muy interesante.

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