Esta entrada forma parte del Saludo institucional que el autor pronunció ante el Consejero de educación de la Comunidad autónoma de Madrid y ante todos los asistentes a las Jornadas inspectoriales de innovación celebradas en Atocha – Madrid.
Queridas amigas y queridos amigos:
Me alegro de poder compartir con vosotros este momento en la jornada inspectorial de innovación.
La jornada se sitúa en el contexto de nuestro Proyecto Educativo-Pastoral Salesiano inspectorial que en el apartado de la Dimensión Educativo-Cultural se plantea el siguiente objetivo:
Objetivo 1- Dar una respuesta creativa desde nuestro Sistema Preventivo a las distintas necesidades educativas que nos presenta la realidad social juvenil.
Y para ello señala dos procesos:
Proceso 1- Elaborando e implementando procesos de innovación educativa y pastoral.
Proceso 2- Promoviendo procesos de innovación, actualización metodológica y de calidad educativa en consonancia con nuestro estilo educativo.
Tanto el objetivo como los procesos apuntan a un determinado tipo de innovación:
Desde nuestro Sistema Preventivo,
En respuesta creativa a las necesidades de la realidad social de los jóvenes,
Con una clara opción educativa y pastoral,
En consonancia con nuestro estilo educativo.
Es decir, no se trata de cualquier innovación, no se trata de la innovación por la innovación, ni de seguir tal o cual moda del momento…
Por ello quiero compartir con vosotros en este momento de apertura algunos criterios, en concreto tres, que, a mi juicio, debe tener en cuenta, entre otros, cualquier proceso de innovación, desde la perspectiva salesiana:
CUIDAR EL CORAZÓN DE LOS EDUCADORES Y LAS EDUCADORAS
Nuestra vocación educativa requiere de nosotros dotes especiales de alma y de corazón, al mismo tiempo que una facilidad constante para renovarse y adaptarse. Así lo expresaba el documento del Concilio Vaticano II, referido a la educación: “Hermosa es, por tanto, y de suma importancia la vocación de todos los que, ayudando a los padres en el cumplimiento de su deber y en nombre de la comunidad humana, desempeñan la función de educar en las escuelas. Esta vocación requiere dotes especiales de alma y de corazón, una preparación diligentísima y una facilidad constante para renovarse y adaptarse.” (Gravissimum Educationis 5)
Desde la perspectiva salesiana, escribe Pietro Braido, de feliz memoria, que “quien quiera, hoy, trazar las líneas de la experiencia pedagógica de Don Bosco deberá hacer resaltar los rasgos fundamentales de su personalidad, ya que su experiencia pedagógica se entrelaza indivisiblemente y se confunde casi con su personalidad y con su estilo de vida y de acción.” En él se conjuga tradición y modernidad; realismo, prudencia y firmeza; magnanimidad y concreción; la total entrega en cuerpo y alma a su misión; y sobre todo ser un hombre de corazón: “La pedagogía de Don Bosco se identifica con toda su acción; y toda su acción con su personalidad; y Don Bosco entero se resume en su corazón”.
La misión, por tanto, no son meras obras, estructuras, actividades e iniciativas. Es, según esto, la expresión de nuestra pasión por la salvación de los jóvenes. Es justamente lo que Miguel Rua, que vivió junto a Don Bosco desde el verano de 1845, nos recuerda con las palabras dirigidas a un salesiano enviado a fundar un oratorio en un barrio difícil: “Allí, no hay nada, ni siquiera el terreno y el local para reunir a los jóvenes; pero el Oratorio festivo está en ti: si eres verdadero hijo de Don Bosco, encontrarás donde plantarlo y hacerlo cuajar en árbol magnífico y cargado de buen fruto”.
Una de las claves fundamentales de la renovación de nuestra escuela, para mí la primordial -sin ella no habrá ningún tipo de innovación-, está, pues, en los educadores y educadoras. Es preciso cuidar el corazón. Es en él donde la pasión educativa hace anidar los “por qué”. Y cuando tenemos un “por qué” sabemos afrontar el “cómo” y superar todo tipo de dificultades. La innovación está en ti, en tu corazón.
NO HAY VERDADERA INNOVACIÓN QUE NO TENGA EN EL CENTRO LA PERSONA
En nuestra tradición, el Oratorio fue el resultado del corazón pastoral de Don Bosco. Su actividad incansable es expresión de no haber tenido más que una sola causa por la que vivir: los jóvenes, su felicidad, su salvación. Dice don Rua a este respecto: “no dio paso, no pronunció palabra, no realizó obra alguna que no tuviera como mira la salvación de la juventud… Realmente no buscó nada más que las almas”. Don Bosco entendió la propia vida como vocación y como misión; él se sentía llamado por Dios y enviado a los jóvenes. De hecho, se hizo santo entregándose completamente a los jóvenes, viviendo en medio de ellos, amándolos como tal vez ningún otro santo los haya amado.
No hay, pues, innovación en clave salesiana si no tiene en cuenta y pone en el centro a los jóvenes con un amor por todos, que no excluye a ninguno, sino que favorece a todos: los más “pobres, necesitados, en peligro”. Se trata de ir al encuentro de cada uno, de escuchar sus necesidades, de encontrarlo con alegría en la vida cotidiana, atentos a sus llamadas, dispuestos a conocer su mundo, a animar su protagonismo, a despertar su sentido de Dios, proponerles itinerarios de santidad según la espiritualidad salesiana.
Hoy todos nos sentimos interpelados por los jóvenes, por sus retos y esperanzas de vida, por su deseo de libertad y amor, por la dificultad de comprender su lenguaje. Y no hay más opción que la de ir a su encuentro, dar, como Don Bosco, el primer paso para escucharlos y acoger sus expectativas y sus aspiraciones, que para nosotros se convierten en opciones fundamentales. Todo esto habla de una acogida incondicional de los jóvenes como punto de partida para construir una relación educativa eficaz y cualquier camino de renovación e innovación.

LA INNOVACIÓN ES UNA OPCIÓN PASTORAL
“A vino nuevo, odres nuevos”. En el Evangelio de Lucas (Lc, 33-39), estas palabras de Jesús, situadas en un contexto de una disputa acerca del ayuno con los Escribas y Fariseos, se refieren a que la novedad que trae Jesús -en realidad es él mismo el vino nuevo-, no se puede encerrar en los antiguos preceptos (odres viejos), se necesitan odres nuevos. Aquí encontramos una verdadera invitación a la novedad, al cambio. Ello nos introduce en una “Pastoral de conversión” que ha de llevar a dejar el “siempre se ha hecho así”. Así nos lo recuerda el Papa Francisco: “La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así». Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades”. (EG 33)
Los desafíos que actualmente debemos afrontar provienen de los nuevos modelos culturales, de ciertas tentaciones personales –individualismo, protagonismo, fragmentación, activismo-, de problemas institucionales y organizativos, de resistencias al cambio… “Las escuelas católicas, que intentan siempre conjugar la tarea educativa con el anuncio explícito del Evangelio, constituyen un aporte muy valioso a la evangelización de la cultura, aun en los países y ciudades donde una situación adversa nos estimule a usar nuestra creatividad para encontrar los caminos adecuados” (EG 134). Todo esto requiere un repensamiento de la identidad educativa y evangelizadora de nuestras escuelas. Requiere una mayor vitalidad, es decir, más vida e identidad.
Para ello necesitamos personas llenas de pasión, de mística y de identidad carismática. Mujeres y hombres que tenemos en el amor, o caridad pastoral, la motivación más poderosa; que nos dejamos conducir por el Espíritu Santo y hacemos de los criterios evangélicos nuestro punto de referencia, mientras los encarnamos en las diversas vocaciones y en la variedad de los contextos en que vivimos y realizamos la misión compartida. Por ello, dice el Papa Francisco, que “una postulación de los fines sin una adecuada búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía. Exhorto a todos a aplicar con generosidad y valentía las orientaciones de este documento, sin prohibiciones ni miedos. Lo importante es no caminar solos, (…) en un sabio y realista discernimiento pastoral.” (EG 33)
La potenciación de sinergias y el trabajo en red a todos los niveles, dentro de nuestra inspectoría, con otras instituciones educativas eclesiales y civiles de España y fuera de España, con los laicos, con otras familias religiosas, con las familias y los jóvenes, con otras agencias educativas y pastorales y con otras entidades e instituciones eclesiales, sociales y culturales es imprescindible para afrontar el presente y el futuro de nuestras Escuelas y Centros de Formación Profesional. Es preciso que circulen las ideas, las experiencias, compartir el conocimiento.
En este contexto es en el que nuestra escuela salesiana, uno de los grandes ambientes pastorales de nuestra acción educativo-pastoral, debe situar cualquier proceso de innovación. La innovación en nuestra escuela es uno de los signos de una pastoral que, siguiendo los criterios del Papa Francisco, quiere entrar en un auténtico proceso de conversión: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una «simple administración»”. (EG 25)
Agradezco la presencia del Sr. Consejero y de los directores generales. A todos os deseo de corazón un buen desarrollo de la jornada y un fecundo trabajo. Muchas gracias.