Un buen plan de educación emocional es importante en cualquier etapa educativa. En PCPI es vital. Es imprescindible ayudar a los chicos a reconocer sus emociones y gestionarlas. La fuente de todos los conflictos en ésta, como en las demás etapas, siempre viene dada por una mala gestión de los sentimientos.
En mi pobre experiencia, hay momentos para enseñar y momentos que no lo son. En plena crisis afectiva nunca es oportuno intentar dar explicaciones, racionalizar, poner sanciones… Todo esto puede ser después. En el conflicto, lo único sensato es tranquilizar. Cuando las relaciones son tensas y el ambiente está cargado emocionalmente, cualquier intento de enseñar va a ser percibido como una forma de posicionamiento enfrentado que generará rechazo.
La influencia positiva entre el alumno y el profesor se dará cuando se establezcan estos elementos:
1. El equilibrio emocional del educador.
Cuando el educador carece del suficiente equilibrio emocional, le faltará paciencia para poder actuar de una forma eficaz. Cuando el mismo educador tiene temas sin resolver (autoestima, autocontrol, falta de conocimiento de sí mismo…) el conflicto estará servido. La fuerza nunca es razonable para gestionar un problema emocional. La propia gestión emocional es un recurso parapedagógico imprescindible en la acción docente.
Se trata de convencer, captar y mantener la atención, escuchar activamente, mediar, respetar, argumentar, etc. Y para todo esto hace falta que el docente comience desde ya, trabajándose a sí mismo. La primera persona que Dios pone a un profesor por delante para cuidar es a sí mismo. Esto es lógico, o acaso «puede un ciego guiar a otro ciego».
Cuando existe paz y paciencia en el interior, se tiene la verdadera fuerza necesaria, la de tomar al alumno ya tranquilo, aislado del resto si ha sido necesario, hablarle con sentido. Cuando hemos puesto en claro que no tenemos nada contra él sino todo lo contrario, entonces es el momento de discutir el valor o la acción. Hacerlo antes no sólo es contraproducente sino que además alejará al alumno más de nosotros.
2. En el momento del conflicto, evitar la mirada de los demás.
En el momento del conflicto es importante tranquilizar al alumno fuera de la mirada de los otros. En este instante, para un chico o para un adulto, que de todo hay, cargado emocionalmente, es fundamental que eliminemos la influencia de los compañeros, aunque éstos se comporten adecuadamente, ya que el orgullo, el qué pensarán… es tan fuerte, que influirá muy negativamente. Luego, ya habrá tiempo de compartir, analizar, reflexionar y comprometerse.
3. La cercanía, el Amor que lo cura todo.
Cuando los chicos respiran un ambiente donde perciben que se les quiere y que importan, las aguas siempre vuelven al río. El respeto se impondrá. Es importante que el alumno perciba que cualquier sanción es por su bien. De esta manera incluso la aceptará sin problemas.
Don Bosco escribió, desde su experiencia pedagógica sobre los castigos. Decía:
«1. El educador procure hacerse amar por los alumnos, si quiere hacerse temer. En este caso, la sustracción de benevolencia es un castigo, pero un castigo que despierta la emulación, anima y nunca deprime.
2. Para los jóvenes es castigo lo que se hace pasar por castigo. Se ha observado que una mirada no cariñosa produce en algunos mayor efecto del que haría una bofetada. La alabanza cuando una cosa está bien hecha, la reprensión cuando hay descuido, es ya un premio o un castigo.
3. Exceptuados rarísimos casos, las correcciones, los castigos no deben darse nunca en público, sino en privado, lejos de los compañeros, y debe usarse máxima prudencia y paciencia, para lograr que el alumno comprenda su fallo, por medio de la razón y de la religión.
4. Pegar, de cualquier modo que sea, poner de rodillas en posición dolorosa, tirar de las orejas y otros castigos semejantes, deben evitarse de manera absoluta, porque están prohibidos por las leyes civiles, irritan mucho a los jóvenes y rebajan al educador.
5. El director dé a conocer bien las reglas, los premios y los castigos establecidos por las leyes disciplinarias, para que el alumno, no pueda excusarse diciendo: No sabía que esto estaba mandado o prohibido.
Si se pone en práctica este sistema en nuestras casas, creo que podremos obtener buenos resultados sin acudir ni al palo ni a castigos violentos. Hace cerca de cuarenta años que trato con la juventud y no recuerdo haber impuesto castigos de ninguna clase y, con la ayuda de Dios, he obtenido siempre no sólo cuanto era obligatorio, sino también lo que sencillamente yo deseaba, y esto de aquéllos alumnos sobre quienes parecía perdida la esperanza de buen resultado.»(Don Bosco)
No tiene desperdicio y me he permitido transcribirlo tal cual. Para Don Bosco hacerse respetar y amar era la misma cosa. La cercanía engendra afecto y el afecto confianza. Don Bosco insistió en aspectos como la familiaridad entre educador y educando porque genera
afecto y confianza; este cariño lo debe experimentar el joven a través de la presencia de
sus educadores en los recreos, descansos y momentos desestructurados, pues el que sabe que es amado ama y está dispuesto a escuchar y obedecer.
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