¿Recuerdas como era el mundo antes de 1990? En la universidad llegábamos ante el ordenador de la Biblioteca y buscábamos por temas listas de libros y revistas que necesitábamos para hacer un trabajo. Sólo a esta curación de contenidos había que dedicarle horas. Esos libros y revistas más aquellos profesores que reconocíamos como autoridad, eran los garantes de nuestra formación.
Con la llegada y posterior universalización de internet, negarse al cambio en educación es como condenar a nuestros alumnos. Ellos tendrían que aprender a pesar de la escuela, no gracias a ella. Hoy, nuestros alumnos nos llevan la delantera en cuanto a herramientas digitales se refiere.
El aprendizaje, más que nunca, es abierto. Nuestros alumnos aprenden de una manera muy diferente a como lo hicimos nosotros. Cualquiera de ellos tiene acceso a la información. No somos ya los facilitadores de los contenidos. Ellos viven permanentemente conectados y pueden acceder a la información en cualquier tiempo y lugar. Además, el mundo cambia tan deprisa, que requiere tanto de profesores como de alumnos, la construcción de un entorno personal de aprendizaje que nos ayude no sólo a adquirir esa información, sino a filtrarla o seleccionarla, organizarla y elaborar nuevos contenidos. Es en esto donde tenemos que ayudar a nuestros alumnos.
Para nuestros gobernantes, la educación, se ha convertido en un arma política. Ninguna ley de educación permanece el tiempo suficiente para saber si tiene éxito o no. El deseado pacto por la educación no llega, quizás porque no interesa. Y lo que es un clamor en toda la comunidad educativa es ignorado por nuestros dirigentes. No será de ninguna de ley de donde surja el cambio educativo. Debemos ser los profesores los que abanderemos este cambio.
Hoy más que nunca, la educación necesita de docentes cualificados y bien formados para el siglo XXI. Este proceso de creación de entornos personales de aprendizaje debe partir de nosotros. Es necesario que nos formemos y formemos a nuestros alumnos.
Dejemos las tarimas y bajemos al ágora es ahí, junto a ellos, donde nos necesitan. Necesitan luz y guía en este mundo complicado de la información. Necesitan que les acompañemos en este apasionante proceso de aprendizaje.