Innovación educativa y el lecho de Procusto.

En la mitología griega, Procusto, era conocido literalmente como ‘ el estirador’. Un bandido y posadero del Ática al que se le consideraba hijo de Poseidón.

El mito cuenta que Procusto tenía su casa en las colinas, donde ofrecía posada al viajero solitario. Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta y su cuerpo era más largo que la cama, procedía a serrar las partes del cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. Si, por el contrario, era de menor longitud que la cama, lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo (de aquí viene su nombre). Según otras versiones, nadie coincidía jamás con el tamaño de la cama porque Procusto poseía dos, una exageradamente larga y otra exageradamente corta, o bien una de longitud ajustable.

Procusto continuó con su reinado de terror hasta que se encontró con el héroe Teseo, quien invirtió el juego, retando a Procusto a comprobar si su propio cuerpo encajaba con el tamaño de la cama. Cuando el posadero se hubo tumbado, Teseo lo amordazó y ató a la cama y, allí, lo torturó para «ajustarlo» como él hacía a los viajeros, cortándole a hachazos los pies y, finalmente, la cabeza.

No cabe duda que Procusto era un hombre hospitalario y defensor de la igualdad. A todos los que llegaban a su posada los recibía desde este sagrado deber de la acogida. Sin embargo, también era capaz de mutilar por el supremo valor de la igualdad. Lo que no encajaba en el ideal griego de proporciones era estirado o cortado. Hoy añadimos a la igualdad el valor de la justicia para denominarla equidad.

¿Y en el mundo educativo podemos encontrarnos con Procusto?

Es conocido El síndrome de Procusto que sería el conjunto de actos que se realiza para impedir que sobresalga aquel que tenga más talento o que aporte un esfuerzo mayor que el resto. Procusto en estos ambientes puede ser el director, la institución, el equipo directivo o el propio claustro.

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1. El claustro como lecho de Procusto.

Cuentan de un colegio que cuando un profesor proponía algo interesante o se ofrecía voluntario para algo, recibía un pisotón por debajo de la mesa. Esto es real por cómico que parezca. En ocasiones un claustro puede convertirse en “el lecho de Procusto” todo el que no se adapte a la mediocridad de sus medidas es mutilado. (Gracias a Dios lo de mutilación es sólo metafórico)

Todo cambio produce conflicto y conseguir unanimidad es imposible; repito, imposible. Si el valor supremo es no tener problemas, nos encontraremos con el duro handicap de que es complicado que todos quieran salir de su zona de confort. El claustro, como toda comunidad humana es diverso. Siempre encontraremos un grupo motor, capaz de todo, con ganas. Son los que quieren y saben cómo hacer. Estos son a los que un buen director debe consultar qué camino trazar… Hay otro segundo grupo de gente buena, trabajadora, que ve con buen agrado estos cambios aunque les cueste. Están dispuestos a formarse y aunque necesitan acompañamiento, en ocasiones pueden llegar a sorprendernos. Por último, el grupo de los “saboteadores” ¿existen en tu claustro? Esta especie o no saben y no quieren o saben pero no quieren (estos últimos son los más peligrosos) . Harán todo lo posible para que un proyecto de innovación fracase. Los motivos de este grupo pueden ser muchos y no vamos a entrar ahora en ello.

Decidir todo en el claustro es un problema, sé que esto que voy a decir puede ser polémico, pero las empresas donde todos los trabajadores deciden democráticamente las estrategias son las cooperativas. La diferencia entre una cooperativa y un claustro es que en lo primero, las decisiones tomadas van a afectar a quienes han votado. Si la empresa va mal ganamos menos. En un claustro las consecuencias de nuestras decisiones las ganan o sufren otros. He visto centros realmente en crisis donde todo el mundo ve la realidad excepto algún grupo de profesores.

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2. La dirección o equipo directivo como lecho de Procusto.

En ocasiones la dirección se rodea de buenos profesionales eficaces en la gestión pero muy instalados en su zona de confort. Unas veces se convierten en lecho de Procusto de forma inconsciente. Son directivos que no escuchan las otras opiniones al entender directamente que sus ideas siempre van a ser las mejores. Son los que estando rodeados de gente muy competentes no son capaces de hacerlos participar. En otras ocasiones lo son de forma consciente, cuando ven en sus subordinados a gente que les puede hacer sombra. Estos directivos o cargos intermedios son los más peligrosos para una institución educativa.

Siempre hay que escuchar y tener en cuenta todas las opiniones. Cuando se delega una responsabilidad debe delegarse también la autoridad. Cuando se trabaja con un equipo, no sólo se le escucha sino que se le deja la libertad suficiente para ser ellos mismos, crear y generar nuevas ideas, decidir juntos.

Cuando el equipo directivo o cargos intermedios se convierten en el lecho de Procusto, suelen molestarse si se les dice que no tienen razón en algo porque como ya dije antes consideran que sus opiniones siempre son las mejores y son los demás los que se deben adaptar a ellas. Estos directivos pueden hablar de tolerancia, intercambio de ideas… pero cuando esto se produce no soportan las opiniones diferentes. La consecuencia es que cuando alguien hace sombra se le suele deslegitimar bajo cualquier pretexto.

3. La institución como lecho de Procusto.

Todo lo dicho en el apartado anterior nos vale también aquí. La crisis vocacional, en el caso de las instituciones religiosas católicas, puede aportar además el riesgo de que busquemos refugio en los cuarteles de invierno y allí nos ocultemos. Hacer una acción pastoral desde la barrera y huir de una pastoral de encarnación. En estos casos, se controla todo desde la distancia, hay un poder centralizado muy fuerte y se sitúan cargos intermedios afines que generen los mínimos problemas. Y ya se sabe que cero problemas, cero cambios. Bien inconscientemente o bien de forma consciente porque hace sombra, se mutilan aquellos miembros que piensen distinto y que generen algún tipo de turbulencia a la institución.

Cuando esto se da en una institución religiosa la crisis vocacional está servida tanto en sus miembros como en los jóvenes que pudieran plantearse su incorporación.

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Apuntes finales

El síndrome de Procusto en todas sus formas promueve la mediocridad y no ayuda a crecer ni a las personas ni a nuestros colegios ni a nuestras instituciones. Por ello, me atrevo a proponer algunas indicaciones:

  1. Liderazgo horizontal en nuestros colegios e instituciones. Crear cauces de comunicación y fomento de la creatividad. No es de recibo reunir a tu gente para darles información y decirles lo que tienen que hacer. Para esto no los reúnas nunca, envíales un pdf.
  2. Formación de calidad y excelencia por un lado para los líderes educativos y por otro para los claustros.
  3. Cambio de una organización piramidal por etapas a una organización de procesos. No cambiaremos nunca si dedicamos el 75% de nuestro tiempo no lectivo a la gestión. Una organización basada en procesos hace diferenciar la gestión en equipos y tiempos a la visión y la creatividad.
  4. Gestionar el talento. El problema no es tener subordinados o compañeros con más talentos que tú, el verdadero problema es no aprovechar ese talento. Las inteligencias, además de múltiples, como bien nos dice Howard Gadner, es también social. Sólo con inteligencias conectadas en red y con una fuerte capacidad de crítica creceremos.

2 comentarios

  1. genial y afortunadamente la situacion creo que ha mejorado muchisimo, ya no se cuentan las horas con decimales y la disponibilidad es muy superior.
    Deseo que las conclusiones puedan mover la segura evolucion de nuestras casas acompañados de magnificas personas y profesionales y darles luz y fuerza a las direcciones que las hacen posible.

    Le gusta a 1 persona

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