Una escuela cristiana debe ser inclusiva.

La educación obligatoria es para todos y  todos deberían tener las mismas posibilidades de crecer y desarrollarse en La Escuela. Ésta debe ayudar a cada alumno a desarrollar al máximo sus posibilidades. En Educación no podemos perder tiempo, porque en ese tiempo perdemos personas. Pero las prisas tampoco son buenas consejeras. Tenemos que arriesgar y no parar,  siendo precavidos porque nuestros errores también lo pagan personas.
En la escuela tradicional, la mayoría lo son, todo está centrado en  los contenidos que debemos ver en cada curso. Contenidos que por otra parte nos vienen dado. No hay reflexión sobre lo que cada uno de nuestros alumnos necesitan. Simplemente hay un Curriculum que cumplir, éste además está organizado en un libro de texto. En este clima que dibujo muy superficialmente, pero que  puede ser completado, tenemos alumnos que pierden etapas enteras de su vida.
El principio: «No hay alumnos con necesidades educativas especiales, hay escuelas con barreras»se ha convertido en clave para entender qué es la Inclusión. Es colocar en primer lugar a las personas, a los alumnos. Es una escuela donde todos tienen oportunidad de aprender.  Es decir, educación para todos, en unos mismos centros que ofrezcan iguales oportunidades en todos los órdenes de la vida.
Estoy convencido que la Educación, o es inclusiva, o no es educación. ¿A cuántos chicos dejamos atrás en nuestros colegios? ¿Cuántos abandonos?
Algunas claves para caminar hacia la Inclusión
  1. Son muchos los retractores de los agrupamientos flexibles. A mí me parecen una buena forma de partir desde la realidad de cada alumno. Creo que son defendibles tanto a nivel de Centro como a nivel de Aula. Con los agrupamientos flexibles se puede atender a todos de una forma adecuada. 
  2. El Curriculum debe ser abierto y flexible. La omnipresente ley en España nos marca unos objetivos  y unas competencias a adquirir al final de la etapa. La concreción debe estar en mano de los centros. Los profesores deben estudiar su propia realidad y concretar el Curriculum. Lo importante es llegar, cada chico llegará de una manera u otra.
  3. Expulsar al profesor de la tarima de una vez. En pleno siglo XXI no es su sitio. El lugar del docente es junto a cada alumno, acompañando, ayudando, resolviendo… En palabras de Marc Prensky «Más como el guía al lado que como el sabio en la tarima»
  4. Esto no es posible sin un cambio metodológico. Un cambio que debe hacerse sin prisas, pero sin pausas.
  5. En consecuencia, hay que planificar desde este enfoque, la formación de nuestros docentes. Contamos con el miedo y el vértigo que produce todo cambio. Pero quienes lo lideren, deben tener paciencia y acompañarlos, ofreciéndoles la formación que necesitan para dar estos pasos. Dentro de » Escuelas Católicas» se está haciendo una gran esfuerzo en este sentido. Desde esta organización se está facilitando que las instituciones más innovadoras ofrezcan su experiencia al resto.
  6. Cambio en la evaluación. Sí a los exámenes, pero no como lo fundamental en la evaluación. El Portfolio se ha convertido en una herramienta interesante para la evaluación del esfuerzo.
No todos nuestros alumnos de 14 años son iguales, ni los de ninguna otra edad. Todos los alumnos son diferentes. Todos presentan diferencias entre ellos. Por eso la personalización es clave.  Un tipo de educación inclusiva es la mejor forma de atender a todos.

 

Como salesiano que soy, no entiendo otra forma mejor de mirar a los jóvenes como los miraba Don Bosco también en La Escuela.

2 comentarios

  1. Me gusta mucho el artículo y estoy de acuerdo con lo que dices. Me gustaría que leyeran tus palabras los responsables de algunas escuelas cristianas (y no cristianas) que defienden la EXCELENCIA y fomentan el supuesto elitismo, invitando a los alumnos «diferentes» a irse. Un saludo

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  2. Comparto plenamente la visión de la necesidad de reformular la formación universitaria para dar cabida a la preparación de docentes con mejores herramientas para afrontar la docencia en la ESO, FP y el bachillerato. No es adecuado preparar a la docencia con un pequeño curso (CAP) o un máster, se puede ser buen historiador, geógrafo o matemático y no ser buen profesor. La mayoría de los buenos docentes que conozco en España tienen tras de sí un pasado lleno de experiencias asociativas y de grupo que le permiten abordar con éxito la enseñanza. Saludos!

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